Realmente me gusta la idea de que Mu sea un recolector. Y no me refiero de raíces, sino a uno de cosas extrañas. Hace tiempo que me dio la idea de hacer un One-Shot narrando las extrañas cosas que éste lemuriano, en su juventud durante el Santuario, pudo haber hecho, haciéndolo un detalle extremadamente tierno para ojos de Shaka, a pesar de que desagradase a los otros dorados dado a los problemas que causasen sus extraños "amigos". No decidí darle seguimiento, dado a que la idea estaba un tanto retraída en mi mente, por ende, decidí dejarlo en un sketch. Puede que después lo continúe, pero no es nada seguro. Aquí se los comparto :)
"— ¡Con una jodida, Mu! ¡Ya estoy HARTO de que estés trayendo tus horrendas porquerías al Santuario! — Una codera de armadura dorada salió volando, fallando en su cometido de agredir a la persona que estaba en frente.
— No le llames así, no seas insensible. — el agredido se limitó a esquivar la pieza voladora, tratando de permanecer tranquilo ante el ataque de ira de su camarada.
— ¡No me digas que hacer, loco de quinta, si no quieres que te ponga en tu lugar!
— ¡Eso lo quiero ver!
La escena era realmente bizarra. El joven lemuriano estaba metido, de nuevo, en un pleito gracias a cierto nuevo amigo que había hecho. Todos sus compañeros se reían del desastre, a excepción de unos cuantos que estaban más preocupados que otra cosa.
Ocho caballeros dorados, muy jóvenes por cierto, hacían un círculo alrededor de sus dos compañeros, quienes peleaban verbalmente de una forma muy escandalosa. Bueno, en realidad sólo uno de ellos gritaba, puesto que el otro se limitaba a controlar sus palabras de vez en cuando para evitar un desastre.
De pronto, se escucharon unos graciosos gruñiditos, provenientes de aquel que era el causante del embrollo, haciendo que el agresor de cabellera celeste mirara a la criatura con asco.
— ¡Qué desagradable bicho!
Un extraño animalito se ocultaba detrás la pierna del lemuriano, sujetándose de ésta con sus pequeñas patitas de conejo, asustado ante los insultos que recibía de un cabreado Afrodita. Ese raro ser era muy similar a una cobaya, sólo que tenía el tamaño de un perro mediano y unos ojos saltones que iban en direcciones opuestas, haciéndolo ver sumamente gracioso. Su cabecita era adornada por tres cuernitos de vaca, mientras que su pelaje era de un color ocre. Un par de colitas esponjadas se meneaban detrás de sí, mientras que unas alas de bicho, pequeñitas, chuecas y de diferente tamaño, aleteaban en su espalda con torpeza.
Y ésta curiosa criatura era el origen de la pelea que se llevaba a cabo entre Mu y Afrodita, puesto que, al estar cubierta de pétalos de rosa y maquillaje de diversos colores, era obvio que era el culpable del desastre ocurrido en la casa de Piscis.
— ¡No es desagradable! ¡Déjalo ya en paz, no sabía lo que hacía! — Le dijo el ojiverde realmente indignado ante los insensibles insultos del peliceleste.
— ¡Me importa un demonio, eres un indeseable al igual que esa cosa! — Le dijo con veneno, haciendo que los ojos del precioso lemuriano temblasen y la rara criatura en su pierna se aferrara más a ésta, gruñendo de nuevo.
— ¡Agh! — masculló de nuevo Afrodita, asqueado.
— Mu… ya sabes que no debes de traer seres así al recinto, puede resultar peligroso. Por favor, de donde sea que lo hayas sacado, regrésalo. — Le dijo un paciente patriarca. El lemuriano no pudo hacer otra cosa que resignarse y tomar aquella rechoncha criatura entre sus brazos, saliendo del recinto cabizbajo.
— ¡Siempre encuentra la manera de meterse en problemas!
Exclamó Afrodita con un escalofrío en su columna. La verdad es que el caballero de piscis siempre fue el menos encantado ante los extraños objetos que solía coleccionar cierto pelilavanda y los animales que traía al sagrado recinto. Y la verdad es que tenía un talento extraordinario para encontrarse cosas sumamente raras.
— ¡Ni que lo digas! — Le continuó el caballero de Acuario. — Que aún se me ponen los pelos de punta el pensar en aquel sapo con cola de pez que encontró en la laguna. Lo estuvo meneando de un lado a otro hasta que se infló como un globo y salió volando.
Todos rieron al recordar tal ocurrencia, excepto el caballero de la sexta casa… Shaka de Virgo, quien miraba con indignación a Afrodita. Ignorando todo, se acercó al peliceleste y le reclamó por su actitud déspota ante Mu.
— No entiendo en qué te molesta. No le hace daño a nadie, y lo que ocurrió fue un accidente. — Le dijo con seriedad.
— ¡Tú ni opines! Que bien Mu podría estar incendiándote el cabello y aún así le encontrarías la gracia.
Risas se escucharon nuevamente. Ciertamente, el caballero de la virgen parecía ser el único encantado con todas y cada una de las cosas que hacía o traía el ojiverde. Ciertamente, encontraba sumamente tierno ese extraño don que tenía para encontrar animales espantosos.
— Siempre le gustó coleccionar cosas extrañas. Cuando éramos aún más niños, recuerdo que después de los entrenamientos se iba solo a los ríos o lugares frondosos buscando objetos o animales raros. Y curiosamente, Mu tiene una habilidad espeluznante para encontrarse cosas de lo más peculiares.
Recalcó Aldebarán, recordando con una sonrisa en los labios las ocurrencias del carnero…”